La historia de como conocí a Anthony Hopkins

Anthony Hopkins se alzó de su asiento, buscando fuego.
Perfumado de vino y envuelto en harapos, sus ojos azules hurgaron mi pecho, donde un escote descuidado se mostraba.
Lo oculté disimuladamente mientras él intentaba encender un cigarrillo.

¿Mucho tiempo en Chile? - pregunté para romper el hielo.
Lo necesario como para terminar alcoholizado y viviendo en el cajero - respondió.
¿Y quién está cuidando sus mansiones y fortunas que obtuvo del cine, don Anthony? - pregunté tratando de incomodar lo menos posible.
Me llamo Avelardo - dijo muy serio.
Sí, sí... Avelardo... - repetí complaciendo su necesidad de pasar inadvertido (a la vez que buscaba mi teléfono para darle click a una selfie, así como lo hacen en Hollywood).
Quisiera saber, ¿cuál de todas sus películas ha sido la que más le gustó realizar? -
No soy actor... - declaró un tanto molesto (sonreí incrédula).
Es defendible querer mantenerse en el anonimato cuando estás cansado de la fama - pensé.

Después de aspirar varias veces, tomó el palo de escoba como bastón y se dispuso a caminar...
¡Hannibal Lecter! ¡Para mí, su mejor personaje! - insistí.
¡Oiga! ¡Regrese, aún no hemos tomado la foto!
¿Recuerda el cerebro que comió en pedacitos?
¡Qué escena tan magnífica! ¡Don Anthony, un momento, por favor!
¡No se vaya, al menos déjeme su autógrafo! Aquí en el sur recibimos bien a los artistas. Somos discretos y nada nos sorprende.
¡Nadie en este lugar ha notado su presencia! (Creo que grité esto mientras se alejaba).
Y es sorprendente cómo, a su edad, Hopkins avanza con tan raudo y veloz
¡Soy Avelardo, mierda! - me gritó desde la otra calle un poco ofuscado...


***La veta musical de Anthony Hopkins







Hoja en blanco







No hay rastro
No hay huella 
todo quedará como una eterna hoja en blanco 

FIN




La Ausencia donde habito


Aún disponiéndome a tu ausencia
y a las mañanas sudadas de mirarte y no hallarte
entendiendo que el simulacro de la muerte
es el punto de partida para lanzarme a buscarte

y aún más, 
muriendo dos veces por día,
con la memoria en blanco
vacía como este papel antes de ser escrito
habiéndome necesitado
habiéndote necesitado
intentando cerrar los ojos para dibujarte
soplando las manchas del carboncillo para alcanzar tu imagen
custodiando mis puertas por dentro y más adentro de la piel
escapando del reloj y el oro para no distraerme de tu rostro
apagando las luces que me lleven de tus ojos
coordinando el funeral para todas las alarmas y notificaciones de mensajes
suspendiendo las partículas que componen tus manos
juntando los nudillos con la que es mi mano
envidiando el silbido que le haces a tus pájaros
los besos a tus perros y las caricias que repartes en casa
para luego volver la mente al blanco...
Muero y vuelvo tantas mañanas
camino y sueño avanzando hacia ti
para que me silbes como tus pájaros
me beses como a tus perros
y disfrute coleccionando las caricias como las que das en casa 
y entonces, 
aún muriendo y volviendo dos veces por día,
disponiéndome a encontrar el epicentro de tu ausencia
o escarbando todavía los sueños que tengo contigo
aún así se siente el vacío, un enorme vacío
Y la mente redunda en el blanco
y las paredes no registran huella
y la muerte en simulacro no ha llegado por este día
y los dedos tampoco han tomado lápiz 
entonces, es muy probable que esta hoja jamás haya sido escrita
y tu ausencia no sea más dolorosa que la caída libre por haberme necesitado 
después de haberte necesitado
y las manchas de mis manos sean los nuevos golpes de tus nudillos compactos
aplastándose en la idea de mi mano
y tal vez tu imagen que almaceno por las mañanas ya desvanezca 
y al abrir las pupilas no logre formar mas que puntos luminosos en el techo blanco 
donde desaparecen también tus cejas 
y un verde fosforescente tape todo el espectáculo que nos sostiene 
porque aun disponiéndome a tu ausencia, quizás solo puntos 
y una mancha verde ahora habiten permanente desde el techo 
hasta las paredes solitarias de esta casa...



Otra para ti, de los días que más te pienso

En el cielo, en el agua, en el aire. No estás físicamente, pero te volviste un suspiro, una risa, un día soleado una cuerda de la guitarra y...

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