¡Larga vida a David Gilmour!


La madrugada de ese 6 de marzo,
día en que nació David Gilmour,
la tierra no tembló,
no hubo estrella ni reyes magos,
la virgen madre gritaba y sollozaba
desde Cambridge, Inglaterra
y un llanto melodioso de crío
se expandió en la sala de parto…

El cosmos hurgó en sus estrellas
para unificar en ese Reino Unido
las células que en 1946, decidían juntarse
para hacerse compactas y dejar en estela
a un recién nacido reflejando colores
armónicos y progresivos…

La madrugada de ese 6 de marzo,
no hubo incienso ni mirra,
el frío se colaba por las paredes
y sobre el pecho de una madre,
se dejaba amamantar un conjunto de dendritas,
las que más tarde, a los 17 años,
comenzarían a hacer sinapsis
para llegar al fondo sensible
de quienes aún podemos oírlo…

¡Larga vida a David!




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